martes, 7 de septiembre de 2010

Celebración del Bicentenario

Virgen del Carmen, Maipú

Estando en vísperas de la celebración del Bicentenario de nuestra Patria, es impensable que no nos refiramos a él tratando de discernir las voces del tiempo que se refieren a él como voces de Dios. Sabemos que, a la luz de la fe, la celebración de una fecha histórica importante para cada comunidad es una invitación a detenerse, mirar hacia atrás, al presente y hacia el futuro, para detectar el paso de Dios en su historia. Eso vale también para Chile en su Bicentenario.No basta sólo con organizar festividades externas, que pasan sin dejar ninguna huella, hay que aprovechar el acontecimiento para crecer en los valores propios del patrimonio nacional.

Ciertamente la manera como se asume una celebración de este tipo dependerá del sentido que se le dé a la historia. Para muchos simplemente será la narración de eventos del pasado y la ocasión para resaltar las grandes figuras históricas. Para otros será una ocasión y un pretexto para celebrar festividades populares o fabricar monumentos. Para los creyentes, en cambio, es un llamado a descubrir el plan de Dios en su propia historia. Dios es el Señor de la historia y Él conduce cada etapa de ella según un plan sabio.

La mirada hacia atrás en estos doscientos años de vida republicana nos invita a reconocer los regalos recibidos de parte del Señor, a valorar y agradecer aquello con que nos ha enriquecido, a pedir perdón por las injusticias, faltas de solidaridad y de fe y a ver las heridas que hay que sanar y las tareas que están pendientes. El sólo hecho de examinar en profundidad las raíces de la propia identidad y cultura se recibe un impulso que conduce a una maduración como pueblo que asume su identidad y carácter.

La coincidencia de la celebración del Bicentenario con la corriente de vida surgida en torno a Aparecida nos parece providencial. Celebramos esta fecha histórica en el horizonte de la convocación a una nueva evangelización, En el encuentro de Aparecida nos invitó a profundizar y revitalizar el discipulado recomenzándolo todo en Cristo a fin de poder anunciarlo con palabras y testimonios, pero con un respaldo coherente en la vida. Durante 200 años la Iglesia ha tratado de evangelizar a nuestro pueblo dando un apoyo vital al desarrollo de la nación. Pero ahora, en un tiempo de cambio radical, se nos pide una revisión y una revitalización radicales. El gran desafío de este momento crucial de la historia es evangelizar la nueva cultura e iluminar con la luz de Cristo la nueva mentalidad.

Chilenos en el Vaticano
Al hablar de Chile no podemos olvidar que vivimos en una “aldea global” y que estamos relacionados con todos los pueblos de la tierra. Estamos continuamente recibiendo influencias de otros pueblos y de otras maneras de pensar. Por eso, se puede decir que Chile no es algo terminado, es una tarea permanente. Es la tarea de comprometernos con nuestra identidad nacional (alma de Chile) en medio de un tiempo de cambio radical. Hay que detenerse para tratar de entender en que consiste nuestra “historia” y nuestra “identidad” para poder proteger y cultivar lo que le da sentido a nuestro quehacer nacional y a nuestra convivencia social. La coherencia del pueblo supone una integración del pasado con el presente y en proyección al futuro. Celebrar una etapa de la historia no puede consistir sólo en recordar eventos y destacar figuras relevantes. No basta la narración de sucesos del pasado, es preciso hacer un esfuerzo por ajustarse mejor al plan de Dios.


A simple vista vemos que la historia de Chile ha estado marcada por la presencia especial de la Santísima Virgen. La estatua de la Inmaculada en la cima del cerro San Cristóbal y la celebración del Mes de María, nos muestran que el rasgo mariano es distintivo de nuestro pueblo. Junto con ese rasgo tan hermoso, nos damos cuenta que hay dos tendencias naturales que representan aspectos distintivos de nuestra originalidad: La gran sensibilidad frente a los acontecimientos que requieren de la solidaridad de toda la comunidad y la tendencia natural a respetar la ordenación jurídica. Estos rasgos y muchos otros, deben ser motivo de reflexión para conservar y perfeccionar el patrimonio nacional en este tiempo de cambio de mentalidad y costumbres.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Los signos de los tiempos

CONOZCAMOS AL SEÑOR Y A SU EVANGELIO

“«Se acercaron los fariseos y saduceos y, para ponerle a prueba, le pidieron que les mostrase una señal del cielo. Mas él les respondió: «Al atardecer dicen: “Va a hacer buen tiempo, porque el cielo tiene un rojo de fuego”, y a la mañana: “Hoy habrá tormenta, porque el cielo tiene un rojo sombrío.” ¡Conque saben discernir el aspecto del cielo y no pueden discernir las señales de los tiempos!»” (Mt 16, 1-3)

  • La presencia de Cristo, sus milagros y enseñanzas son una manifestación de que el tiempo de salvación anunciado por los profetas ha llegado.
  • Él mismo es un signo del tiempo mesiánico que sólo se puede conocer a través de la actitud creyente.
  • Jesús enseña que Dios habla a través de los signos de los tiempos.
  • El creyente debe estar atento a las señales que da le Dios para su orientación

La fe no consiste sólo en aceptar como verdaderos ciertos conocimientos acerca del mundo sobrenatural. Es, más bien, una manera de relacionarse con Dios. El verdadero creyente se sitúa ante Dios como ante su Creador y Dueño de la vida. Sabe que Dios creó el universo y al ser humano con sentido y que lo conduce siguiendo un plan que brota de su Sabiduría y Amor. Al vivir de la fe, el creyente tiene que estar atento a los signos a través de los cuales Dios le da a conocer su voluntad. Ante cada situación histórica se pregunta qué
quiere Dios con esa realidad y qué espera de los que están dispuestos a seguirlo.

viernes, 6 de agosto de 2010

Las raíces históricas de nuestra pastoral

Mirando algo de la historia de la Iglesia podemos reforzar nuestra misión cristiana frente a los hermanos enfermos. Desde la primera comunidad de Jerusalén, hasta nuestra época, la Iglesia se ha preocupado especialmente de ellos. Durante los tres primeros siglos, marcados por una situación de persecución permanente e ilegalidad, los cristianos no podían tener instituciones públicas para la asistencia a los enfermos. Esas instituciones tampoco existían en la sociedad imperial que no organizó establecimientos hospitalarios al margen de la asistencia prestada a los soldados heridos o enfermos. Se consideraba esta actividad como despreciable, propia de esclavos. Pero, en oposición a filosofías despreciativas en relación con el cuerpo (“El cuerpo, cárcel del alma”, Platón), la fe cristiana con Tertuliano (160-220) afirmará su dignidad: “la carne es el gozne de la salvación”. Más tarde, santo Tomás de Aquino dirá que la gracia edifica sobre la naturaleza, la sana, la eleva y la perfecciona, pero nunca prescinde de ella.
San Camilo de Lelis

En una primera etapa, a pesar de las persecuciones, los cristianos organizaron de un modo eficaz la asistencia individualizada a los pobres y enfermos a domicilio. San Justino (100-165) comenta que en los domingos hacían colectas para ellos. El obispo era el primer responsable de la atención a los pobres y enfermos en cada comunidad. Gracias a él y a los diáconos y diaconisas, y más tarde a las vírgenes consagradas, aparece, por primera vez en el mundo, una organización caritativa totalmente desinteresada al servicio de los pobres y enfermos. Ejemplo brillante es el diácono san Lorenzo. Antes de administrar el bautismo a los catecúmenos se les preguntaba por su atención a los enfermos, condición indispensable para aceptarlos en el seno de la comunidad: “¿Han honrado a las viudas? ¿Han visitado a los enfermos? ¿Han hecho toda suerte de obras buenas?”. San Cipriano (258) consideraba las acciones cristianas como «Las obras de nuestra justicia y de nuestra misericordia». Evangelización y diakonía eran inseparables.
En las primeras comunidades no faltaban los médicos cristianos. San Lucas evangelista era médico (Cfr. Col. 4, 14). Alejandro el Frigio y Zenobio fueron médicos y mártires. Los santos Cosme y Damián fueron también médicos martirizados, llamados «anárgiros» (sin dinero) porque no cobraban por sus servicios. Teodoro de Laodicea fue obispo y médico, según el testimonio de Eusebio de Cesarea. En torno al año 350, San Basilio el Magno de Cesarea dirige palabras de elogio a su médico Eustacio (Cfr. Epist. 189 Nº 1).
Esta solicitud cristiana hacia los enfermos causó admiración entre los paganos. Maravillosa fue la actuación de los cristianos en la peste de Corinto, año 250. El mismo Juliano el Apóstata (331-363) incitaba a los sacerdotes paganos a «tener el mismo celo que tienen los impíos galileos».
A partir del edicto de Milán, promulgado por los emperadores Constantino y Magencio (313), la Iglesia ya pudo crear instituciones algo especializadas. Con la aparición de los monasterios urbanos surgen las primeras casas de la caridad para el cuidado de enfermos y pobres: nosocomios, para los enfermos; gerontocomios, para los ancianos; xenodoquios, para los peregrinos; orfanatos, para huérfanos. La madre del emperador Constantino, santa Elena, erigió los primeros hospitales bajo el signo del cristianismo. San Efrén (337) fundó en Edesa uno para apestados. San Juan Crisóstomo (407) informa de otro para leprosos cerca de Constantinopla. En Roma
se fundaron a principios del siglo V varios hospitales regentados por
dirigidos espirituales de san Jerónimo: el del patricio Panmaquio; el de
santa Paula y su hija Eustaquia; el de Fabiola (400), hospital dividido en
sectores según las distintas clases de enfermos. Se asume la medicina
de su época, la griega, valorando mucho los textos del Corpus Hipocraticum
(460-370 aC.), por su alto imperativo de la responsabilidad. En
el 325, el concilio de Nicea recomienda a los obispos la creación de un
hospital en cada ciudad. Los emperadores bizantinos desde Justiniano
(530) favorecieron esta iniciativa. El primer hospital de peregrinos del
que se tiene conocimiento fue construido por el obispo Eustacio de Sebaste
(365), acogiendo en el a enfermos y leprosos. Fue san Basilio, el
gran legislador del monacato oriental, quien confió por primera vez a
los monjes un cometido sanitario. Funda el 3-9-374, junto a su monasterio
de Cesarea de Capadocia, un hospital bajo la advocación de san
Lázaro, para atender especialmente a los leprosos Su hermana Macrina
creó otro.
Mirando lo más genuino de nuestra tradición cristiana sentimos
que existe un imperativo de misericordia que se debe mantener en el
tiempo. Esto significa que la sensibilidad ante el dolor ajeno debe permanecer
como signo distintivo de los cristianos. Los hospitales son espacios
donde mejor se puede trasparentar esta actitud de misericordia.
Junto a la eficiencia profesional, es indispensable irradiar el espíritu
cristiano de misericordia.

El buen samaritano

“ «Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; y, acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: «Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva.» ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?» El dijo: «El que practicó la misericordia con él.» Díjole Jesús: «Vete y haz tú lo mismo.»” (Lc 10, 33-37)

  • Jesús muestra cómo debe ser nuestra actitud ante los hermanos que sufren.
  • Nos invita a hacer lo mismo que el buen samaritano.
  • La misericordia debe ser un distintivo perceptible de la presencia de la Iglesia en cualquier ambiente. Mucho más aún donde se está en permanente contacto con el dolor.

miércoles, 21 de julio de 2010

Diplomado de Formación para Agentes Pastorales Camino a Emaus


Postulación Abierta


Postulación:  Del 8 al  23 de julio
Inicio: 7 de agosto 2010
150 horas cronológicas
Valor: $30.000
 
Este programa está dirigido a presbíteros, diáconos, religiosas y religiosos; agentes pastorales de parroquias e instituciones al servicio del enfermo; alumnos, profesionales y personal del área de la salud y del área de las ciencias religiosas  y personas interesadas en formarse en la atención espiritual de los enfermos. Tiene como propósito aportar en la formación de recurso humano en el acompañamiento espiritual de enfermos, adultos mayores y sus familias.
Contacto: Srta. Nancy Mora, Secretaria de Servicio de Pastoral,
Correo electrónico:
pastoral@med.puc.cl
Teléfono:
3543789
                                           

viernes, 2 de julio de 2010

Nuevo presidente y consejo directivo de la Academia Pontificia para la Vida



Autor: Catholic.net | Fuente: Catholic.net

El miércoles 30 de junio de 2010, Benito XVI ha nombrado presidente de la Academia Pontificia para la Vida a monseñor Ignacio Carrasco de Paula, hasta ahora canciller de la misma.

Sustituye al arzobispo Salvatore Fisichella, quien ha sido nombrado presidente del nuevo Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización, según informa este miércoles la Oficina de Información de la Santa Sede.

Monseñor Carrasco de Paula, sacerdote español vinculado al Opus Dei, ha sido director del Instituto de Bioética de la Universidad del Sagrado Corazón de Roma, que dirige el policlínico Gemelli.

Con el Motu Proprio "Vitae Mysterium" del 11 de febrero de 1994, Juan Pablo II instituyó la Pontificia Academia para la Vida para estudiar, informar y formar sobre los principales problemas de biomedicina y de derecho, relativos a la promoción y a la defensa de la vida, sobre todo en la relación directa que éstos tienen con la moral cristiana y las directivas del Magisterio de la Iglesia.

El primer presidente de la Academia fue el gran genetista francés Jérôme Lejeune.

Pertenecen a la academia 70 miembros --nombrados por el Papa--, que representan las distintas ramas de las ciencias biomédicas y aquellas que están estrechamente relacionadas con los problemas concernientes a la promoción y defensa de la vida.

También hay tres miembros "ad honorem" y miembros por correspondencia que trabajan en institutos y centros de estudio sobre la cultura de la vida.

El Papa Benedicto XVI nombró el pasado 25 de mayo como miembros del consejo directivo de la Pontificia Academia para la Vida al obispo auxiliar de Santiago de Chile, Fernando Natalio Chomalí Garib, la Dra Mónica López Barahona (España), los profesores Mounir Abdel Messih Shehata Farag (Egipto) y Gian Luigi Gigli (Italia), y el doctor John Haas (Estados Unidos). Confirmó a Mons. Jean-Marie Musivi Mpendawatu, representante del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud 

jueves, 1 de julio de 2010

Reflexión sobre el Boletín


Todos estamos conscientes de que una pastoral bien estructurada en los hospitales es un gran desafío y una verdadera urgencia. Esa pastoral debe involucrar a los capellanes, a los voluntarios, a los funcionarios, a los enfermos y a sus familiares. Sin embargo, a pesar de reconocer la urgencia, estamos conscientes de que es muy difícil implementar una auténtica pastoral que sirva a los funcionarios que prestan sus servicios en hospitales. La razón es muy simple: las diferencias de horarios, la diversidad de los turnos y el exceso de trabajo constituyen un impedimento muchas veces insalvable para estructurar una pastoral coherente. A pesar de eso, nos parece muy importante que los católicos que prestan sus servicios en esos establecimientos tengan un cauce a través del cual puedan reconocerse como hermanos y ser una presencia visible y actuante de la Iglesia en ellos. La Pastoral Hospitalaria ha creado este Boletín que quiere ser una ayuda para implementar una base elemental de pastoral en ese sentido, sin embargo, para que preste una ayuda eficaz, para que los funcionarios católicos muestren un rostro visible de la Iglesia en los hospitales, es preciso utilizarlo de una manera adecuada. Quisiéramos invitarlos a hacer una corta reflexión al respecto.
¿Cuál es el objetivo que busca el Boletín? Pretende ayudar a que los católicos que trabajan en los hospitales se reconozcan mutuamente como hermanos en la fe. Antiguamente eso era innecesario porque era normal que todos fuesen católicos. Actualmente el panorama ha cambiado mucho. Precisamente por eso es necesario cerrar filas y mostrar un rostro común. No podemos dejar de recordar las palabras del Señor que nos dice que cuando dos o más se reúnen en su nombre, él estará en medio de ellos.  Necesitamos hacer consciente la presencia de Jesús en nuestro medio laboral. Su presencia nos da seguridad, nos anima y nos ayuda a vivir en forma más consciente nuestra fe. Eso repercute directamente en nuestro desempeño laboral y en el testimonio del evangelio que corresponde a todo discípulo.
Para que el Boletín cumpla su cometido hay que se aprovecharlo bien. Para lograr este fin, lo primero que recomendamos se refiere al modo cómo se realiza su difusión. Es conveniente que se haga de una manera personalizada, evitando la tentación de una simple repartición por secretaría. Conviene que cada funcionario que lo ha recibido y lo valora, le toque el tema a otro funcionario y lo invite a que pida que también a él le llegue el Boletín. Es una difusión de persona a persona. En segundo lugar, conviene que en el mismo Boletín se vayan entregando temas de reflexión que sean de interés para quienes lo reciban. Eso exige que haya comentarios. Los ecos que se escuchen pueden contribuir determinantemente a su mejoramiento. Por último, es bueno que poco a poco vayan apareciendo noticias que sean de interés común. La vida en los hospitales es muy rica y variada. Hacer llegar noticias al Boletín ayudaría a que nos vayamos conociendo y apoyando mutuamente. Qué hermoso sería que cuando alguno de los funcionarios católicos que trabaja en un hospital esté pasando un momento difícil, todos los demás pudiéramos apoyarlo con la oración. Ayudaría a experimentar a la Iglesia como una gran familia. Eso sería posible sólo si comienza a haber una comunicación de tipo familiar entre todos los que nos reconocemos hermanos en la fe.