No cabe duda de que nuestra Patria ha vivido situaciones impresionantes. Comenzamos el año con el terremoto y el tsunami y hemos acompañado el drama de los mineros atrapados en las entrañas de la tierra. Tal vez lo más impactante para todos los creyentes ha sido la tremenda crisis vivida en las filas del clero. Aún no nos recuperamos de lo sorprendente y doloroso que ha sido para todos mirar tanta miseria donde menos esperábamos encontrarla. Sabemos que Dios es Providente y conduce la historia; por eso estamos atentos preguntándonos qué nos quiere decir con esos remezones tan fuertes. A simple vista hemos podido constatar que esos momentos difíciles y dolorosos han hecho brotar desde el fondo del corazón de nuestros compatriotas lo mejor de ellos. La corriente de solidaridad que brotó espontáneamente ante las desgracias y las muestras evidentes de fe son un testimonio de que algo valioso está sucediente porque el Señor quiere regalarnos bienes especiales a través de esos acontecimientos. Situándonos en ese contexto quisiéramos analizar el significado que tiene la peregrinación de la imagen de la Virgen del Carmen, regalada y bendecida por el Papa, por todos los rincones de la Patria. Para quienes hemos seguido la pista del paso de esa imagen por los diversos rincones de Chile nos parece evidente que ha despertado vida. Se le ha recibido con cariño y expectación. Ahora su visita se realizará en nuestra Arquidiócesis de Santiago.
Para poder comprender en profundidad el significado de ese acontecimiento, además de los acontecimientos impactantes que hemos vivido, tenemos que situarnos en el contexto del Bicentenario y de la Gran Misión Continental.
La visita de la imagen de la Virgen se da en la perspectiva que plantea Aparecida: Es un llamado urgente a la formación de auténticos discípulos misioneros. El Santo Padre, al dar su aprobación para la realización de la Quinta Conferencia del Episcopado en Aparecida planteó una línea clara: “Es necesario recomenzar todo en Cristo”. Una renovación profunda de la Iglesia sólo se da en la medida en que volvemos a lo esencial que es el seguimiento de Cristo como discípulos. La Iglesia siempre ha considerado a María no sólo como Madre de Cristo, sino también como su Compañera y Colaboradora: Es Madre y Educadora de los discípulos. En la Conferencia de Puebla, se la denomina “Educadora de la Fe”. Es así como el recorrido de la imagen tiene como objetivo primordial recordar la misión que ella tiene en la educación de la fe y disponernos para dejarnos educar y vitalizar por ella. No nos basta con alabarla y pedirle ayuda, tenemos que abrirnos a su influencia formadora.
La imagen de la Virgen nos recuerda que María, como colaboradora de Cristo en todo el plan de redención, trae dos regalos: A su Hijo Jesús y el Evangelio. Jesús, que viene representado en el Niño en brazos de su
Madre, es la fuente de vitalidad que necesitamos para renovarnos profundamente en la fe y el Evangelio de Chile nos muestra el camino de vida que Él nos propone. El anhelo profundo que anida en nuestro corazón
es que recibamos esa visita simbólica llenos de fe. Estamos próximos a un cambio de Pastor. Le pedimos a la Santísima Virgen que nos disponga para recibir al nuevo Arzobispo que designará el Santo Padre a fin de
que pueda seguir impulsando con vigor el proceso de renovación de la Iglesia. Esa Iglesia renovada debe llegar a ser luz del mundo y fuente de unidad.
La imagen visitará diversos hospitales en nuestra Arquidiócesis. Esperamos que la acogida sea fervorosa y lúcida. A todos nos corresponde acoger a María en nuestros corazones.
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