DE NUESTRA PASTORAL
Jesús nos invita a discernir e interpretar los signos de los tiempos. A través de ellos podemos escuchar la voz del Padre Providente que conduce a su pueblo y lo invita a cooperar en su plan de amor. La voz de Dios a través de los signos ha sido tremendamente contundente en los últimos tiempos. Todos estamos impactados con lo que ha sucedido a nuestra Patria y nos interesa saber qué nos está diciendo el Señor con eso. Tratemos, por eso, de mirar los acontecimientos a la luz de la fe.
Partamos por algo concreto. Llegamos a la celebración del Bicentenario de nuestra Patria con un gran optimismo. Consciente e inconscientemente se percibía una cierta comparación con otros pueblos del Continente y nos llenábamos de orgullo y alegría por llegar a esta fecha memorable en condiciones tan positivas. No cabe duda, sin embargo, que el peso del balance que hacíamos estaba puesto en las cifras azules de la economía y en el aire de progreso y estabilidad global que se respiraba en cada informe. Pero el terremoto vino a invitarnos a una reflexión más profunda. Con espanto pudimos comprobar que el terremoto físico produjo otro de tipo moral. El vandalismo, del que fuimos espectadores, mostró otra cara de Chile y nos planteó grandes desafíos para el futuro. Nos parece evidente que hay que reconstruir Chile en una doble dimensión, material y moralmente. Los cristianos sabemos que Dios es Padre Providente y que el dolor tiene un sentido redentor. A través del dolor y de la inseguridad el Señor nos invita a purificarnos. A asumir con actitud filial y solidaria todo el dolor que estamos experimentando como país.
Ciertamente, la primera labor de cada uno se refiere a la educación religiosa y valórica al interior de su propio hogar. Esa es una labor insoslayable. Todos los miembros de la Iglesia tenemos que reafirmar en nuestro ambiente íntimo el esfuerzo por impartir una educación religiosa y ética inspirada en el evangelio. Es preciso superar muchos defectos que se han ido anidando en la mentalidad de nuestro pueblo: el exitismo, la ambición desmesurada, una mentalidad que sólo percibe derechos y no deberes, una tendencia a desconocer la autoridad, a confundir la apertura y tolerancia con carencia de principios, etc. Chile se caracterizó en el pasado por la encarnación notable de valores morales y religiosos. En eso influyó, con certeza, la piedad mariana. Ya desde el comienzo de nuestra historia, María fue Madre y Educadora de nuestro pueblo y por esa razón ahora volvemos a recurrir a ella.
En el ámbito en que nos desempeñamos ciertamente el llamado del Señor nos invita esmerarnos por ser un rostro amoroso de Dios ante los hermanos que sufren. Es bueno que perciban que nuestro compromiso como miembros de la Iglesia conlleva actitudes de misericordia y de ética. Ojalá la presencia de la Iglesia en cada hospital sea un signo de la presencia del Padre de la misericordia.
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