Hechos
La crisis que se ha desatado en todo el ámbito occidental de la Iglesia a raíz del escándalo público por el indigno comportamiento de mucho miembros del clero, tiene que analizarse desde una perspectiva más amplia: La progresiva pérdida del sentido de trascendencia, el alejamiento del mundo religioso. Ya nuestros antepasados decían que toda apostasía de Dios traía una desintegración social. Debido a eso, en el ámbito eclesial sus dos puntos más sensibles han sido afectados: la familia y el sacerdocio. Junto con constatar la fragilidad de la familia, constatamos esa misma fragilidad en los sacerdotes. No importa si los medios de comunicación han magnificado los acontecimientos para que produzcan un efecto devastador, lo que importa es que es el mismo Señor quien nos está llevando a una reflexión de fondo para superar la crisis utilizando los medios que Él mismo nos dejó.
Interpretación
La interpretación de un fenómeno tan amplio y complejo no puede caer en un simplismo. Hay muchos factores que se deben tomar en cuenta. A simple vista habría que decir que hay que dar una formación más integral y profunda a los sacerdotes porque tienen que vivir en una cultura contraria al evangelio. Tienen que abordar el tema de la sexualidad a un nivel pedagógico y espiritual más profundo. Más que eso, es un llamado a cultivar un estilo de vida sacerdotal más sobrio, espiritual y humilde. El sacerdote debe ser formado como un simple servidor del pueblo de Dios.
Hay una segunda reflexión que es bueno hacerla consciente. Se comenzó a anunciar hace ya muchas décadas que estábamos viviendo una etapa en que se pedía un mayor protagonismo del laicado. El Cardenal Journet decía que había llegado “la hora de los laicos”. Pareciera que la escasez de las vocaciones y la fragilidad del clero exige el surgimiento de auténticos lideres laicos que asuman responsabilidades en la Iglesia.
Tareas.
El sacerdocio instituido por el Señor juega un papel imprescindible en la Iglesia y es tarea de todos los discípulos mantenerlo puro y fecundo. La formación del corazón de un sacerdote comienza fundamentalmente en su hogar. Los padres de familia son los primeros catequistas y los educadores natos. Por otra parte, para que surjan lideres laicos hay que crear instancias para una formación más profunda y al alcance de todos los fieles. Especialmente hay que crear un acceso más sólido a la revelación que nos llega a través de la Escritura.
Una auténtica devoción mariana nos aproxima vitalmente al estilo de vida de un verdadero discípulo de Cristo. La atmósfera que se crea en torno a María como Compañera de Cristo en el plan de redención nos ayuda a vivir la fe de una manera adecuada a los nuevos desafíos. Ella es símbolo de fidelidad, de sencillez y de audacia. Su imagen de Inmaculada nos ayuda a superar también el erotismo del ambiente.
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