viernes, 5 de noviembre de 2010

El amor, distintivo de los discípulos

“Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.» Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa.»” (Jn 19, 25-27)

• Para el Evangelista Juan, la escena del Calvario guarda una íntima relación con la escena de las Bodas de Caná. En ambas se muestra a María como Compañera y Colaboradora de Cristo en su misión redentora. En Caná ella toma la iniciativa e intercede ante el Padre para adelantar “la hora” de Cristo. Es así como Él puede manifestar su identidad a través de un milagro. Es por ese evidente poder de intercesión es que en la Iglesia primitiva a María se le denominó “Omnipotencia Suplicante”. Esa es la razón profunda por la que se ha mantenido una confianza instintiva del pueblo cristiano ante su intercesión.
• En el momento culminante de su vida en la tierra, Jesús realiza un gesto de enorme trascendencia para el futuro de su obra: revela la posición de María como gestadora de la vida, como madre espiritual de los discípulos. Ella ha de cumplir con ellos la misión propia de una madre que cuida de la vida de sus hijos y los educa.
• Juan no está al pie de la cruz, junto a María, sólo como persona individual. El representa a todos los creyentes. Nos representa a todos los que seguimos a Cristo. El Evangelio dice que, siguiendo la orientación de Jesús, la llevó a su casa. En el fondo significa que la llevó a su mundo personal, a su propio corazón. Así lo ha entendido siempre la Iglesia al invitarnos a abrir las puertas del corazón a la Santísima Virgen para que ella cumpla su misión maternal de educadora de la fe.
En todos los momentos críticos por los que ha pasado la vida de la Iglesia a lo largo de los siglos, los discípulos más comprometidos con el Señor han levantado los ojos y los han fijado en María. De ella se ha esperado siempre la protección, el estímulo vital y la formación como discípulos misioneros. La tradición mariana de Chile puede mostrar un ejemplo claro de esa realidad. María ha estado presente en nuestra historia como una madre abnegada. También hoy día queremos llevarla a nuestro mundo personal tal como lo hizo Juan en representación nuestra. La Iglesia está pasando por momentos dolorosos y críticos. Por esa razón, a partir de la Quinta Conferencia realizada junto a al Santuario mariano de Aparecida, la Iglesia quiere impulsar una gran Misión Continental de la mano de María.

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