jueves, 14 de octubre de 2010

Dia mundial de los cuidado paliativos

Fuente: –Centro San Camilo- Tres Cantos, Madrid
xabier@sancamilo.org

En octubre se celebra el día mundial de los Cuidados Paliativos en san Camilo y en el resto del mundo.
Afortunadamente se está desarrollando progresivamente este enfoque que mejora la calidad de vida del enfermo y la atención a las familias que se enfrentan a los problemas asociados con enfermedades avanzadas. Se desarrollan a través de la prevención y el alivio del sufrimiento por medio de una temprana y completa evaluación para el tratamiento del dolor y demás problemas físicos, psicológicos y espirituales.
Pero todavía es insuficiente. Muchos enfermos, muchas familias, de manera diferente en distintos lugares de nuestra geografía y del mundo, no se benefician de ellos. Aún persisten planteamientos curativos y derroche de tecnología en situaciones en las que procederían los Cuidados Paliativos. En el empeño de que esta cultura se difunda y de que los servicios aumenten hasta cubrir las necesidades, trabajamos muchas instituciones.
Son una respuesta ética óptima para promover un modo humanizado de concebir el morir humano de manera digna.
Queremos expresar nuestra cercanía a cuantos viven el final de su propia vida y a sus seres queridos, nuestro homenaje a las personas que apuestan por estos cuidados y se dedican a ellos, reconociendo la vida en abundancia que rezuma en los programas y servicios de Cuidados Paliativos.
Creemos que los Cuidados Paliativos son una labor de todos y que debemos compartir el cuidado con la familia, tanto las instituciones públicas como las privadas; para dar al enfermo la mejor asistencia en cada momento de su enfermedad.
Reivindicamos también, ante toda la sociedad, ante las instituciones que se ocupan de la salud, ante el mundo académico y ante los profesionales de la salud, que cuanto está detrás de la filosofía de los cuidados paliativos es una sana combinación de la sabiduría tecnológica con la sabiduría del corazón para satisfacer con la mayor sensatez las necesidades de numerosos enfermos –no solo oncológicos- al final de la vida, así como de sus familiares, humanizando así el morir.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Visita de la imagen de la Virgen a los hospitales

La imagen de la Virgen del Carmen y una copia del Evangelio de Chile ha ido recorriendo todas las diócesis de Chile de sur a norte. A partir de noviembre comenzará a recorrer diversos espacios de nuestra Arquidiócesis. También están programadas algunas visitas a hospitales. Hasta este momento tenemos tres visitas programadas: Al Hospital San José el miércoles 3 de Noviembre desde las 9,00 hrs. Al Hospital del Salvador el 2 de Diciembre desde las 9,00 hrs . Al Sótero del Río el 16 de noviembre a las 12:00 hrs. a las 15:00 hrs.

Ojalá estas visitas de la Virgen a través de su imagen traigan un repuntar de la fe y de la vida cristiana especialmente en la creación de un ambiente de auténtica comunión. Nuestro pueblo se caracteriza por una profunda devoción mariana y un acontecimiento de ese tipo despierta vida. Esperamos, por eso, que todos podamos contribuir para que esos acontecimientos den fruto.

Chile una mesa para todos

Al iniciarse el tercer milenio de la venida de Cristo al mundo, Juan Pablo II planteó a toda la Iglesia un programa de amplio alcance. En su encíclica Tertio Milennio Adveniente lo formuló diciendo “Hacer de la Iglesia casa y escuela de comunión”. Ese programa era respuesta a una doble exigencia: A la fidelidad a la propia misión de la Iglesia y a la necesidad de responder a los anhelos profundos del hombre actual. La Iglesia chilena a partir de Aparecida está buscando los caminos para llevar a la práctica esa orientación del Santo Padre que, en último análisis es un llamado a cultivar seriamente la “Espiritualidad de Comunión”.

Para abordar adecuadamente el tema, de modo que se entienda exactamente qué es lo que se nos está pidiendo en este momento como miembros de la Iglesia, conviene comenzar por esclarecer qué se entiende por espiritualidad. Estamos hablando de aquella fuerza espiritual que partiendo de las grandes verdades de la revelación capta el mundo subjetivo y los anhelos profundos de las personas, influyendo y dinamizando su estilo de vida cotidiano. El componente racional se encuentra en el acervo de verdades de la fe reveladas por Jesucristo y no en apreciaciones puramente subjetivas. La dinámica que impulsa la vida proviene de la captación pedagógica de la subjetividad de las personas al responder a sus anhelos existenciales. Significa, por lo tanto, que la espiritualidad toca el corazón de las personas y no se queda sólo en una elucubración intelectual. La influencia dinamizadora de la vida cristiana será el barómetro que permita evaluar la autenticidad de una espiritualidad. Las formas de expresión muestran que no se queda sólo en puros conocimientos o anhelos, sino que toma forma en la vida cotidiana. Una auténtica espiritualidad cristiana impulsa a la santidad.

No se puede impulsar una auténtica espiritualidad cristiana sin una íntima y clara profundización de las grandes verdades de la revelación que nos han llegado a través de Jesucristo. Es importante, por eso, analizar cuidadosamente aquellas verdades de la revelación que invitan a vivir en comunión y le dan sentido a los esfuerzos y renuncias que exige su cultivo. La primera verdad de fe que invita a la comunión es que fuimos creados a imagen y semejanza de un Dios que es una Comunión de tres Personas distintas. La fidelidad al origen y al modelo exige reflejar a la Santísima Trinidad viviendo en una comunión de amor con Dios y con los hombres. Es el primer referente y lo que le da coherencia al proyecto humano. La segunda verdad fundamental proviene de la orientación del Señor nos dio como objetivo y como signo distintivo el amor fraterno. En la oración sacerdotal al final de la Última Cena ora diciendo:"Que sean uno como Tú y Yo somos uno” y ya antes había puesto el amor fraterno como signo distintivo de sus discípulos: "En esto conocerán que son mis discípulos, en que se aman unos a otros”. Teniendo ese telón de fondo, en el Concilio Vaticano II se reformuló la identidad de la Iglesia diciendo: “La Iglesia es en Cristo, sacramento e instrumento de unidad de los hombres con Dios y de todo el género humano”. Esto significa que el Señor nos proyecto como signo e instrumento de unidad con Dios y con todo el género humano.

Los esfuerzos que significa cultivar la espiritualidad de comunión deben tener objetivos fácilmente comprensibles y claros. De los muchos componentes que tiene una espiritualidad de comunión, JuanPablo II destacó cinco aspectos claves: Requiere un cambio en la mirada, hay que cultivar una mirada cordial o del corazón que ve a la persona y la ve benevolentemente. No busca instrumentalizar ni sacarprovecho de ella. Acoge a la persona. No es puramente funcional. Requiere del cultivo de una sensibilidad que permita sentir al hermano como un regalo de Dios para él. Hace suyas sus necesidades, penas,alegrías y sinsabores. Requiere del cultivo de la capacidad para descubrir en los hermanos la huella de Dios en todo lo positivo que hay en ellos. Pasa por encima de las miserias y se detiene en lo bueno que hay en cada uno. Requiere de un esfuerzo consciente por dar un espacio al hermano aceptando su originalidad y misión, escuchándolo y compartiendo con él, atendiendo a sus anhelos y necesidades. No excluye ni margina, no ignora ni desvaloriza sino que le ayuda a crecer, a realizar originalmente y a cumplir su misión. Requiere esforzarse por hacer de esta espiritualidad el principio educativo de todas las comunidades cristianas. Esto significa que dentro de las múltiples metas que puede tener una comunidad cristiana, el cultivo de la comunión debe ser la más fundamental.

El amor, distintivo de los discípulos

Jesús dijo a sus discípulos: «Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros. Que, como yo los he amado, así se amen también ustedes los unos a los otros. En esto conocerán todos que son discípulos míos: si se tienen amor los unos a los otros.»” (Jn 13, 34-35)
  • El mandamiento del amor al prójimo que ya se había promulgado en el Levítico 19,18 recibe una nueva versión, ahora consistirá en la participación en el amor divino de Cristo. Un amor que tiene el sello del mismo Dios.
  • A los discípulos nos corresponde permanecer en el amor y esforzarnos por que ese amor se haga fuente de comunión fraterna.
  • Al discípulo auténtico no se le reconoce en primer lugar por las formas, normas, organizaciones o ritos, que lo rodean, sino por el amor generoso y sincero que brinda a su prójimo.
Jesús, el Verbo encarnado, no vino al mundo a cambiar el plan que el eterno Padre había trazado desde la creación del universo, sino que vino para que ese plan se pudiera realizar plenamente. Dios creó al hombre a su imagen, esto es, debía ser un reflejo de esa Comunión de Personas, que era la Santísima Trinidad. Pero, el pecado original no sólo fue una ruptura de la comunión con Dios, sino también entre los hombres. El reflejo de la Comunión Trinitaria se oscureció. Jesucristo vino a restaurar la comunión con Dios y entre nosotros. La Iglesia debe ser prolongación de Cristo en su misión de instrumento de unión con Dios y con todo el género humano. La unión en un amor auténtico y profundo es la misión permanente de los miembros de la Iglesia.