En la Jornada de Planificación Pastoral de la
Arquidiócesis de Santiago en Punta de Tralca, que se realiza cada año, esta vez
se constató que la Iglesia está pasando por un momento crítico y que, como es
su costumbre ancestral, en tales circunstancias naturalmente tiende a volver sus
ojos a LO ESENCIAL. Por esa razón, vuelve
nuevamente a preguntarse por su identidad y misión. Los planes pastorales para
cada etapa deben tener siempre ese telón de fondo. Desde esa perspectiva es
claro que las acentuaciones pastorales no pueden olvidar nunca que su
compromiso fundamental es mantener su vocación de seguimiento de Cristo y de
identificación con su persona y misión. Esto significa, como recordaba el Sr.
Arzobispo, volver a hacer consciente que la Iglesia es una comunidad que
prolonga a lo largo de la historia la Persona de Cristo redentor y, por lo
mismo, es esencialmente MISIONERA ya
que su objetivo no es ella misma sino la VENIDA
DEL REINO DE DIOS para que el mundo tenga VIDA EN PLENITUD. Es así como en este momento vuelve a hacer
consciente que su Misión de ser signo de salvación en Cristo es siempre la
misma en cada época de la historia y que esa misión involucra a cada cristiano
y a todas sus comunidades. Lo que va cambiando es el escenario en que la
realiza y con eso las tareas específicas que deben asumir quienes son
auténticos discípulos de Cristo.

Para cumplir su misión, la Iglesia debe transformarse
en un SIGNO VISIBLE Y COMPRENSIBLE de la
presencia del Salvador. Eso le exige en cada etapa de su historia revisar el lenguaje y las formas de
expresión de su mensaje para erradicar todo aquello que lo opaca o lo torna
incomprensible. Esta es una urgencia en este momento. Es preciso purificar y
vitalizar el signo de la presencia del Señor, que es lo que le da sentido a la
Iglesia.
El Sr. Arzobispo nos recordaba que ese SIGNO VISIBLE
se logra a través de la encarnación de sus CUATRO
DIMENCIONES específicas. Se hace visible y efectiva en la medida en que
asume e implementa cuatro ejes:
En primer lugar
LA PALABRA. La Iglesia vive de la revelación que le llega a través de la
Escritura. Su tarea es transmitir fielmente esa revelación por medio de las
diversas formas de evangelización, catequesis, homilías, apostolado, etc. La
Iglesia nos recuerda que los padres de familia católicos deben ser los primeros
evangelizadores con su palabra y ejemplo y que los sacerdotes deben procurar
iluminar fielmente a los fieles con la revelación para que escuchen la voz del Señor
y la lleven a su vida cotidiana. La evangelización debe impregnar cada
actividad incluso cuando realiza labores de servicio material, p.ej., cundo se
empeña en construir mediaguas.
En segundo lugar, el signo de la presencia del Señor
en su Iglesia se manifiesta por LA
COMUNIÓN FRATERNA. Es el signo más claro y exigente que dejó Jesús. El nos
dice “mirad como se aman, en eso conocerán que son mis discípulos”. Esto exige cultivar
en forma prioritaria y realista el amor de hermanos en cada comunidad de Iglesia,
en cada parroquia, capilla, movimiento o voluntariado.
En tercer lugar el signo de la Iglesia se hace visible
y creíble por EL SERVICIO. La
Iglesia debe realizar múltiples servicios gratuitos en beneficio de los más
necesitados. Con su servicio se hace creíble como Buena Noticia para todos.
Por
último, el signo se renueva y vitaliza a través de LA LITURGIA. La celebración de los misterios que alimentan y
expresan su fe le permite encontrar el sentido y obtener la fuerza para
realizar su misión.
Nuestro Pastor nos invita a asumir e implementar una PASTORAL ORGÁNICA en que estén presentes
y vivos esos cuatro ejes. Es una responsabilidad de todos sus miembros por la
búsqueda de esa comunión operativa (parroquias, colegios, movimientos, etc.).
En las circunstancias actuales, en que se perciben
tantas dificultades, el Pastor nos invita a ACTUAR CON AUDACIA. Nos recuerda las palabras del Señor: “No tengan
miedo”. En un momento crítico se nos pide vencer los temores y los pesimismos y
actuar con audacia, es decir, salir de posturas cómodas para entregar nuestro
mensaje con valentía incluso en un ambiente adverso. A eso se refiere la
expresión “CONVERSIÓN PASTORAL” a la
que nos invita la Quinta Conferencia del Episcopado en Aparecida.
El
TESTIMONIO que se pide a todos los cristianos hoy día exige un
discipulado que asuma como estilo y meta el proyecto de Cristo que llega a la
resurrección pasando por la cruz. La coherencia de vida exige el heroísmo de la
cruz.