miércoles, 9 de junio de 2010

A mí me lo hicieron

CONOZCAMOS AL SEÑOR Y A SU EVANGELIO

«Entonces dirá el Rey a los de su derecha: “Vengan, benditos de mi Padre, reciban la herencia del Reino preparado para ustedes desde la creación del mun­do. Porque tuve hambre, y me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; era forastero, y me acogie­ron; estaba desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; en la cárcel, y vinieron a verme.” Enton­ces los justos le responderán: “Señor, ¿cuándo te vi­mos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vi­mos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?” Y el Rey les dirá: “En verdad les digo que cuanto hicie­ron a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicieron.» (Mt 25, 34-40)
  • Jesús se identifica con las personas más frágiles y necesita­das, de tal manera que servirlas a ellas es servirlo a él.
  • Las obras de misericordia que realizamos con nuestros her­manos que están enfermos se transforman en fuente de ben­dición para nosotros mismos.

La Iglesia necesita hoy, más que nun­ca, que los creyentes maduremos como auténticos discípulos del Señor. Sabe­mos que el signo distintivo que Él nos dejó es el amor a los hermanos y ese amor se expresa en la manera cómo los servimos, especialmente cuando están más solos, frágiles y sufrientes. El juicio último acerca de nuestra vida en la tierra será sobre el amor.

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