sábado, 14 de mayo de 2011

El Señor ha vencido a la muerte


Tal vez pocas veces ha sido tan necesario, como este año, reafirmar nuestra fe celebrando el Misterio Pascual con su exultante mensaje de esperanza. Todos estamos conscientes de que la Iglesia en el mundo entero, no sólo en nuestra Patria, está pasando por una etapa crítica. Nos preocupan no sólo los escándalos producidos entre los sacerdotes de diversas partes del mundo y las persecuciones que sufren nuestros hermanos en diversos lugares de Asia sino, especialmente, la progresiva pérdida de fe en amplias regiones de Europa. Todo eso nos llena de tristeza y nos deja un peso en el corazón. Sin embargo, los discípulos no podemos desconcertarnos ni, menos aún, transformarnos en simples comentaristas de una prensa que busca destacar todo aquello que rebaja a la Iglesia. Tenemos que reaccionar como hombres de fe providencialista. Estamos seguros de que el Señor, como Buen Pastor, sigue conduciendo a su Iglesia y lo hace con mano firme. Por esa razón, le preguntamos a Él qué sentido tiene lo que estamos viviendo. Cada vez se hace más consciente, entre quienes nos sentimos íntimamente unidos al Señor, que Él quiere purificar a su Iglesia. La sacude para que se desprenda todo aquello que es falso o inauténtico y para que su vida vuelva a cimentarse en las verdades que Él nos enseñó. El Señor nos llama a desprendernos de los formalismos, ritualismos y  moralismos que la opacan para vivir arraigados en Él como el sarmiento en la vid. Nos quiere cobijados en el corazón del Padre, dispuestos a entregarnos con todo nuestro ser por el Reino.

Es claro que el llamado a una renovación de fondo toca, en primer lugar, a los sacerdotes. Es imposible desoír el potente llamado a la santidad. La Iglesia necesita sacerdotes más humildes, servidores y puros. Es conmovedor experimentar cómo grandes grupos de laicos se sienten responsables de que sus sacerdotes conviertan su corazón para llegar a ser un rostro vivo de Cristo. Pocas veces hemos experimentado tanto fervor como este año en las celebraciones pascuales. En todas las celebraciones se podía palpar en anhelo profundo que anidaba en el corazón de cada hermano. Esta experiencia es un claro signo de que la gran prueba por la que estamos pasando va a robustecer la fe y va a despertar una esperanza fundada en el Señor resucitado y en nada más.

Tanto las homilías de Mons. Ezzati como los mensajes del Santo Padre nos quieren infundir ánimo. Benedicto XVI decía: “La Resurrección del Señor implica una renovación de nuestra condición humana. Cristo ha vencido la muerte, causada por nuestro pecado y nos devuelve la vida inmortal. De este acontecimiento brota toda la vida de la Iglesia y la existencia misma de los cristianos.” Es una invitación a renovarnos poniendo nuestra confianza en el Señor resucitado. El centro de nuestra vida cristiana no está en nuestra miseria, por muy dolorosa que sea, sino en la redención. Sólo así podemos ser anunciadores de la esperanza y testigos de la resurrección.

Nuestro Pastor nos decía en su mensaje pascual: 
“La Pascua de este año está marcada por un peculiar contexto de confusión y de dolor, ampliamente conocido y comentado por la opinión pública. Como la primera comunidad de Corinto, también nosotros, en medio del desconcierto de la prueba, experimentamos el consuelo de Dios: "por todas partes nos aprietan, pero no nos aplastan; andamos con graves preocupaciones, pero no desesperados; somos perseguidos, pero no desamparados; derribados, pero no aniquilados; siempre y en todas partes, llevamos en nuestro cuerpo los sufrimientos de la muerte de Jesús, para que también en nuestro cuerpo se manifieste la vida de Jesús" (2 Cor 4, 8-10). Como nunca hemos tocado con la mano que el tesoro de la fe, "lo llevamos en vasijas de barro", pero también, como nunca, hemos experimentado como esta misma fragilidad, con certeza y confianza, nos ha permitido reconocer que el don de ser la Iglesia de Cristo, "procede de Dios y no de nosotros". Somos suyos, ovejas de su rebaño. La fiesta de Pascua, se alza entonces, como el signo de esperanza cierta y como arco iris que anuncia la aurora de tiempos nuevos.”
“Con su Pascua, el Señor abre un camino de la vida y de plenitud. Más aún, Él se nos ofrece como Camino, Verdad y Vida ¿Qué podemos, entonces, aprender del Maestro? En primer lugar, la Pascua de Jesús nos invita a redoblar la confianza y el abandono filial en las manos de Dios, que siempre salva a su pueblo: Sin embargo, esto no sería suficiente. La Pascua de Jesús nos invita a asumir su mismo amor solidario. La cruz de Jesús es la expresión más grande de la solidaridad.”
Termina su mensaje diciendo: “La bendición de Pascua haga brotar la sonrisa en todos nuestros labios. Feliz Pascua de Resurrección.”
A todos cuantos participan en la Pastoral de los Hospitales les deseamos un tiempo pascual lleno de bendiciones para que podamos hacer presente al Señor entre nuestros hermanos enfermos que tanto lo necesitan. ¡Qué el Señor los bendiga!

No hay comentarios:

Publicar un comentario