jueves, 1 de septiembre de 2011

He ahí a tu madre



 
«Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.» Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa.»  Juan 19, 25-27

  • Es el momento culminante del ministerio de Cristo sobre la tierra. Ya lo ha entregado todo, queda solamente su Madre, el tesoro más preciado que quería compartir con los suyos.

  • Juan, representando a todos los seguidores de Cristo a lo largo de la historia, está con María al pie de la cruz. En ese momento sublime el discípulo fiel recibe a María como Madre, pero en realidad no es sólo Juan, es la Iglesia entera la que recibe a María como su Madre y Educadora.

  • Desde su inicio la Iglesia entendió que el legado de Cristo desde la cruz era un tesoro inapreciable que debía poner en el centro de su vida. María ha jugado siempre el papel de Madre-Educadora. También hoy día ella debe hacer nacer a Cristo en cada corazón y ayudarlo a llegar a la plenitud de la vida.

En un tiempo en que la Iglesia está llamada con urgencia a una purificación y a una renovación, es indispensable mirar más de cerca el papel que debe jugar la devoción a María en la vida de la Iglesia. Esto vale especialmente para un continente que es naturalmente mariano.
La experiencia muestra que también la devoción a María se puede distorsionar. Muchas veces a lo largo de la historia han proliferado formas inadecuadas de piedad mariana. Por esa razón, ahora, en un momento crucial, es preciso cimentar en la revelación la relación con la Santísima Virgen ubicándola en el contexto global de la fe cristiana a fin de que nuestra querida Madre pueda cumplir su misión de educarnos llevándonos a una relación filial con el Padre, al seguimiento e identificación con el Hijo y la apertura y docilidad frente al Espíritu. 

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